domingo, 4 de agosto de 2013

Otra vez solos

Otra vez solos

Montevideo, sábado 3 de agosto, poco antes de la hora 23, avenida 18 de Julio esquina Yaguarón, parada de ómnibus llena de gente.
Él pasea por 18 con dos amigos camino de algún boliche, charlando animadamente cerveza en mano. La noche empieza para los jóvenes, y aceras y paradas están todavía muy pobladas también de gente que vuelve a casa luego del trabajo o la salida sabatina. La noche es de invierno pero luminosa.
De pronto se oyen quejas y ayes de una señora mayor en el suelo arrastrada un buen trecho por un joven bien vestido al que lo ata su cartera, y de otro viejo que se le va encima a la bestia, recibiendo un empujón y un golpe en la cabeza contra el piso.
Muchas personas del entorno a muy pocos pasos prestan mucha atención y hasta miran.
Él siente ira repentina, la placidez se le estalla y se impulsa sin soltar su botella pierna en alto tumbando de plano por el pecho al agresor. Sus amigos van hacia a los viejos. Todos los demás al alcance de dos pasos, ¿veinte personas?, tiesitos como rulo de estatua.
Pero él no percibe nada de eso, solo ve que el agresor en el suelo se ha hecho de la cartera que le asegura la noche y sin solución de continuidad siente movimiento y tremendo golpe tras la oreja. Otro prolijo ganador de la noche, socio tumbaviejas y campana, se vino al humo con un piñazo y se detiene, cauto, exhibiendo más puños y ganando tiempo y retaguardia. La cerveza desparramada y la botella aún en mano, él se ve a sí mismo con la ira suficiente para tronzarle el cuello a la bestia. 
La calle como quieta, todos tiesitos alrededor y los viejos doloridos recomponiéndose brazo, cabeza y vejez junto a la buena disposición de sus amigos.
Todo va a ir a peor, pero él con el arma en la mano consigue meter reflexión un segundo, percibe su soledad y que no hay daño suficiente para que él una sola persona cargue con las consecuencias de la sangre. Las bestias del escarnio ya van rajando hacia la adrenalina de su noche bolso en mano.
¿Es que hay un daño suficiente para todos esos ajenos? ¿Tiene límites el daño que puede alguien infligir a otro, así bilateral y olímpicamente? ¿Nadie quiere poner algún límite?
Después, corolarios como el del comedido a posteriori para ofrecer auto, persecución colectiva y no se sabe qué que no encaraba por sí mismo, mientras los tiesitos juegan a disolverse sobre el asfalto y los adoquines.
A él lo ha ganado una paz que lo sorprende, el recuerdo infantil de otras rapiñas callejeras a plena gente, su hermano la plata los championes, las caminatas de niño descalzo sin asistencia de nadie, y esa pobre gente en el suelo, y toda la pobre gente ¿miedosa medidora? y quieta... 
Pero ta, no pasó nada. ¿Cómo puede ser bueno que no haya pasado algo, que se pueda estar tan solo entre tantas personas?
Tomá, hermano, tomá esta birra y ponéte este hielo. ¡Ese animal se habrá llevado un susto bien metido en el pecho! De a poco, el dolor de la sien se le va retirando...